EL ABURRIMIENTO

tzara

Todo salió de un bostezo. Alguien estiró sus fauces todo lo que daban de sí y de ahí nació una filosofía. Arrancó entonces el movimiento y de él surgió un manifiesto…

La Internacional Bostezante duró lo mismo que un abrir y cerrar de boca. Asomó un día entre los pliegues del sillón que hacen esponjosas esas conversaciones entre amigos en las que cualquier pensamiento es pura plastilina y murió en el momento que alguien alertó de que la pasión con la que bostezaban al mundo había dado la vuelta a su esencia. Los ‘bostezantes’, sin quererlo, empezaban a actuar como activistas.

Habían decidido hacer del bostezo un sable e “irrumpir en el fastidio de lo cotidiano con arrogancia, como una arcada hiperbólica”. Un saludo por la calle iría acompañado de un bostezo. Una declaración de amor tendría un bostezo demoníaco como respuesta. La butaca del teatro sería el trono de una sucesión infinita de bostezos. “Decididamente”, escribe Luigi Amara, “se trataba de un programa de ascendencia punk”.

El ensayista y editor mexicano formaba parte de ese grupo empeñado en “estropear todo momento, cualquier ocasión de regocijo y esperanza, de felicidad y aun de tristeza, con la dinamita temible del bostezo”. http://kcy.me/vftk

Imagen: Tristan Tzara, de Wikimedia.org, reproducida bajo licencia CC.

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