Vacío del bueno
El hombre estaba hueco. No vacío, ni perdido espiritualmente y esas cosas. Estaba hueco. Se echó otro trozo de pan y volvió a ocurrir lo mismo. ‘Plonc’. Empezó a meterse por la garganta todo lo que tenía a su alrededor. Un vaso, una botella de Fairy, un ventilador. Todo sonaba como si después de la campanilla asomara un barranco seco. Como si el vacío literal, efectivamente, fuese más profundo que el poético. |