El minutero

Al lado de un árbol había un hombre con gorro y pajarita negras. Era el minutero. Vendía minutos de pensamiento de diez de la mañana a tres de la tarde.

Pensar se había convertido en cosa del pasado. Era una excentricidad de ociosos y desocupados. De esos de los que decían que no pegaban un palo al agua.

Los humanos llevaban décadas confiando su actividad cerebral a las máquinas. Hasta que un día, un rebelde que rellenaba cartillas de cálculo por las noches, les mostró que pensar era algo poderoso.

La humanidad quedó boquiabierta de lo que podía dar de sí una buena idea tanto a lo ancho como a lo largo.

Pero ya era demasiado tarde. El cerebro humano estaba más deshilachado que un picadillo de pollo. [Imagen de un cuadro de Botero]

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